El ser humano, al igual de muchos otros animales, es un mamífero; es decir, comparte con esas especies el hecho de ser vertebrados, amniotas y homeotermos (de "sangre caliente"), equipados con pelo y glándulas mamarias que producen leche para alimentar a sus crías.
Investigando en el artículo de la Wikipedia que habla sobre los mamíferos, me costó descubrir la mención al amamantamiento, característica que, por otro lado, da nombre a esta clase de animales y uno pensaría que podría encontrar una explicación antes.
Bueno, pues el mencionado artículo establece que la gestación interna de las crías y el hecho de poder alimentarlos con leche producida por la propia madre en la primera edad sin tener que recurrir a la búsqueda de alimentos externos “permitió mayor libertad de movimiento a las madres y con ello un avance en su capacidad de supervivencia tanto individual como de la especie”.
Así pues, la lactancia materna es una ventaja evolutiva para el ser humano y permite a las hembras de la especie una “mayor independencia” y “libertad de movimientos”. ¡¡¡Qué ironía!!! Decir esto en pleno siglo XXI cuando todavía muchas mujeres consideran la lactancia materna como una condena que ancla a la mujer al hogar y la condena a una vida de ostracismo pegada a sus hijos.
Animal
Pero claro, es que el ser humano es un “animal racional”, una de las pocas lecciones que se me quedó grabada a fuego de mi paso por la educación primaria. Y de tan racional, hay veces que nos pasamos y olvidamos que en el fondo somos animales y que en muchos de los actos de nuestra dimensión más “animal” (comer, dormir, luchar, reproducirnos, parir, amamantar,…) deberíamos tratar de racionalizar menos y seguir más los instintos e intuiciones con los que nos han equipado miles de años de evolución mamífera.
Claro, entonces ¿cómo distinguir lo instintivo de lo cultural? ¿Cómo apartar miles de años de civilización transmitida de generación en generación? Difícil pregunta. Creo que el primer paso sería “empoderar” a la mujer. ¿Y qué es eso de empoderar? ¿Qué significa ese palabro tan bonito pero a la vez tan aparentemente vacío? Pues hoy en día, después de mucho leer, investigar y analizar, creo que empoderar a la mujer consiste, simple y llanamente, en devolverle su confianza en sí misma, seguir su criterio en algunos de los momentos más íntimos de su sexualidad (concebir, pero también gestar, parir, amamantar), hacer que se sienta capaz, que PUEDE.
Cuando una mujer confía en sí misma, es más fácil que mire a su interior en la búsqueda de respuestas en lugar de tener que recurrir a su exterior, a los consejos ajenos, a las recomendaciones bienintencionadas de abuelas o pediatras, a manuales de autoayuda… Esto no es garante de que sus decisiones vayan a ser siempre las más adecuadas, pero garantiza que serán las suyas y, por tanto, suyos los aciertos y los errores, las causas y las consecuencias de cada pequeño acto.
Empoderar porque sin tener que creer en el karma o el ying y el yang, es obvio que es mucho más fácil enfrentarnos a los problemas y encontrar soluciones apropiadas, individuales y creativas cuando nos sentimos capaces de mirar a la cara a los problemas viendo lo que nos aguarda más allá. Observando las dificultades como pequeños escollos que nos harán más fuertes y no como muros infranqueables que nos mantendrán anclados en el pasado a no ser que encontremos una puerta misteriosa, una clave oculta en un acertijo que solo un libro nos puede desvelar (previo paso por caja, obviamente).
Cuando una mujer confía en sí misma, es más fácil que mire a su interior en la búsqueda de respuestas en lugar de tener que recurrir a su exterior, a los consejos ajenos, a las recomendaciones bienintencionadas de abuelas o pediatras, a manuales de autoayuda… Esto no es garante de que sus decisiones vayan a ser siempre las más adecuadas, pero garantiza que serán las suyas y, por tanto, suyos los aciertos y los errores, las causas y las consecuencias de cada pequeño acto.
Empoderar porque sin tener que creer en el karma o el ying y el yang, es obvio que es mucho más fácil enfrentarnos a los problemas y encontrar soluciones apropiadas, individuales y creativas cuando nos sentimos capaces de mirar a la cara a los problemas viendo lo que nos aguarda más allá. Observando las dificultades como pequeños escollos que nos harán más fuertes y no como muros infranqueables que nos mantendrán anclados en el pasado a no ser que encontremos una puerta misteriosa, una clave oculta en un acertijo que solo un libro nos puede desvelar (previo paso por caja, obviamente).
Racional
Pero un exceso de determinismo biológico tampoco nos puede apartar del hecho de que el ser humano es un “animal racional” y que la segunda parte de este binomio es tan importante como la primera. Racional porque tan fundamental es la lactancia para la supervivencia como lo es la cultura de la que se han rodeado todas las civilizaciones, el conjunto de saberes acumulados, ritos y creencias que han contribuido a una mejor respuesta adaptativa frente al entorno. Y, en pleno siglo XXI, tampoco somos ajenos a los mitos y los rituales.
La lactancia materna tiene parte instintiva, sobre todo en el extremo del bebé que nace cuajado de reflejos que irá perdiendo con el tiempo, pero también en el lado de la mamá, gracias a las nuevas conexiones neuronales entre el neocortex y el sistema límbico, propiciadas por la oxitocina, que contribuyen a optimizar el comportamiento maternal y sintonizar a la madre con las necesidades de su bebé.
Pero la lactancia materna también tiene parte cultural. Y es que las madres necesitan tanto la confianza en sí mismas como el apoyo de una red de mujeres que realiza una labor fundamental desde que esa puérpera es una niña, ofreciéndole ejemplos y espejos en los que mirarse, permitiéndola beber de la experiencia ajena para incorporarla en su biblioteca interna de saberes maternales. Pero esa telaraña de relaciones también está disponible cuando la niña crece y gesta una vida en su interior, ofreciéndola consejo y guía en momentos de capital importancia como el parto y la lactancia.
La lactancia materna tiene parte instintiva, sobre todo en el extremo del bebé que nace cuajado de reflejos que irá perdiendo con el tiempo, pero también en el lado de la mamá, gracias a las nuevas conexiones neuronales entre el neocortex y el sistema límbico, propiciadas por la oxitocina, que contribuyen a optimizar el comportamiento maternal y sintonizar a la madre con las necesidades de su bebé.
Pero la lactancia materna también tiene parte cultural. Y es que las madres necesitan tanto la confianza en sí mismas como el apoyo de una red de mujeres que realiza una labor fundamental desde que esa puérpera es una niña, ofreciéndole ejemplos y espejos en los que mirarse, permitiéndola beber de la experiencia ajena para incorporarla en su biblioteca interna de saberes maternales. Pero esa telaraña de relaciones también está disponible cuando la niña crece y gesta una vida en su interior, ofreciéndola consejo y guía en momentos de capital importancia como el parto y la lactancia.
Ilustrado
El problema de la vertiente cultural es que puede tender a inundar todo lo demás, a negar la parte instintiva, a sembrar de desconfianza y falsos mitos el proceso de maternaje, convirtiendo el acto de amor de la maternidad en un arma para manipular a clases sociales, géneros, países enteros.
El problema de la vertiente cultural es que es selectiva y en determinados momentos históricos puede tender a olvidar toda la sabiduría acumulada durante generaciones para apoyarse en descubrimientos revolucionarios filosóficos y racionales de los que poco entienden los bebés que necesitan alimentarse para desarrollarse. La creencia, por ejemplo, de que el semen podía “pudrir” la leche de la madre y convertirla en perjudicial para el bebé hacía que muchos nobles, desde la remota Edad Media, confiaran sus hijos a nodrizas solo por el hecho de poder seguir manteniendo relaciones sexuales con sus mujeres después de que estas dieran a luz.
El problema de la vertiente cultural es que es selectiva y en determinados momentos históricos puede tender a olvidar toda la sabiduría acumulada durante generaciones para apoyarse en descubrimientos revolucionarios filosóficos y racionales de los que poco entienden los bebés que necesitan alimentarse para desarrollarse. La creencia, por ejemplo, de que el semen podía “pudrir” la leche de la madre y convertirla en perjudicial para el bebé hacía que muchos nobles, desde la remota Edad Media, confiaran sus hijos a nodrizas solo por el hecho de poder seguir manteniendo relaciones sexuales con sus mujeres después de que estas dieran a luz.
Científico
El ser humano es también científico y, hoy en día, la ciencia se ha convertido en una nueva fuente de guía racional. La lactancia parece haber salido beneficiada de este trance, ya que ha vuelto a ser considerada como el referente en alimentación infantil después de ser denostada durante decenas de años. El problema es que la vuelta a la “superioridad científica” de la lactancia materna no ha sido acompañada con un retorno a la sabiduría femenina del amamantamiento… Y hoy en día las mujeres nos enfrentamos al dilema de sentirnos prácticamente obligadas a amamantar desde un punto de vista racional, pero a hacerlo con referentes equivocados (procedentes de la lactancia con leche artificial), sin redes de apoyo (herederas de la lactancia artificial) y con una clase médica dominada por las actitudes defensivas y por una desorganización y desinformación más que generalizada respecto al funcionamiento práctico (y teórico) de la lactancia materna.
Comunicacional
En plena celebración (primera parte, que la segunda viene en octubre) de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, la comunicación multidimensional se convierte en el aliado más importante para restablecer tanto la dimensión instintiva como la cultural. Gobiernos, científicos, sanitarios, madres y otros profesionales deben de saber comunicar, cada uno en su campo y con sinceridad y honestidad, sobre lactancia materna para restablecer el equilibrio perdido.
La parte buena de todo esto es que, hoy en día, la red bulle con información y cualquier madre que la busque podrá llegar a encontrar valiosísimas fuentes a las que poder recurrir en caso de problemas o escollos. Ya sean hospitales con certificación IHAN, pediatras, matronas o enfermeras que cuenten con la certificación de IBCLC, grupos de apoyo a la lactancia materna, blogs de madres que cuentan experiencias e historias que funcionan como ese “espejo” que antes teníamos al alcance de la mano.
Cierto es, también, que Internet está también plagada de información apresurada cuando no totalmente sesgada y falsa, tintada de intereses comerciales o incluso de resentimiento. Pero de nuevo es cierto también que una mujer que confíe en su criterio sabrá elegir lo que le sirve de lo que no para dibujar su camino: único, individual y siempre acertado porque provendrá de una decisión interna.
La lactancia no es, en muchas ocasiones, un camino de rosas… pero tampoco es cierto que siempre sea un infierno plagado de torturas. Hay lactancias largas que nunca se disfrutan y lactancias cortas, de apenas unas horas, que son un milagro de placer y emoción para madre e hijo. Pero una lactancia que no fructifica no es un fracaso de la madre, sino de la sociedad que la ha provisto de referentes totalmente equivocados y después la ha dejado desamparada y sin ayuda. ¿Nos culparíamos a nosotras mismas si nuestro médico de familia nos mandara un análisis de sangre para diagnosticar una infección de orina?
Meditemos, analicemos, investiguemos, reivindiquemos, reclamemos, gritemos… Pero que nunca callemos por un falso sentimiento de fracaso. Averigüemos qué es lo que podría mejorar en nuestro entorno para fomentar la lactancia materna y trabajemos para lograr esos cambios; porque todas las mujeres nos merecemos sentirnos poderosas, porque todas las mujeres nos merecemos sentirnos mamíferas, porque el bebé humano también es un mamífero.
Bravo Eloísa, sencillamente magnífico. Un beso.
ResponderEliminarIncreíble Elo, preciosa frase la que cierra el post. Cómo me alegro de poder leer tus post, ojalá que más personas lo lean.
ResponderEliminarSimplemente gracias
El ser humano a veces en su creencia de ser superior se olvida de que es mamífero y pierde mucho por el camino.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la definición de empoderamiento.
Besos
Es increíble leerte, muchas gracias, de verdad. Un besazo
ResponderEliminarFabuloso!
ResponderEliminarMeditemos y luchemos para que los fracasos en la lactancia cada vez sean menos. Y desterremos la culpa porque de ella nunca sacaremos ninguna enseñanza positiva.
Me ha encantado el post!
Solo queda levantarme y aplaudir.
Estos post tan bien documentados, argumentador y escritos desde las entrañas son los que hacen de tu blog un referente imprescindible en la blogosfera maternal. Siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarMe ha encantado!!
ResponderEliminarMe ha encantado y, viendo que es general, ¿te hacemos la ola?.
ResponderEliminarVenga chicas, por mi encantada de que ma hagáis la ola... Ayer me acosté a las mil pero no podía parar de escribir (mi marido me echa la bronca por escribir post demasiado largos) porque tenía a la musa detrás de la oreja susurrándome sin parar... Me alegro de que os haya gustado :D <3 <3
ResponderEliminarMi marido lo que hace a esas horas es sobar. Vamos, que mientras no le despierte, como si quiero no dormir en toda la noche!!! jajaja
ResponderEliminarEloísa, de verdad, plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas!!! Pero qué bien explicado, pero qué de datos, qué de información, qué de sentimientos...
ResponderEliminarMe uno a mamá contra corriente, ¿hacemos la olaaaaaaaaaa?
Eh, yo no te echo la bronca por escribir tochos, y menos si son tan buenos como este.
ResponderEliminarOhhh! Me encantooo!!!! Gracias por esta maravilla de post!
ResponderEliminarTe dejo mi blog si me queres conocer :)
http://www.amosermama.com.ar
Saludos!!!
Me encanta tu narrativa :-)
ResponderEliminar¡Qué entrada más buena! Y por cierto, ¡¡me encanta como escribes!!
ResponderEliminarEloisa, antes que nada, precioso tu nombre.
ResponderEliminarMe gustó tu post, te sigo desde hoy. Te cuento que pensamos muy parecido en esto de sentirnos poderosas, sentirnos mamíferas. Como si estas dos cosas fuesen de la mano. Pero para algunas personas, mujeres y hombres, estas dos VIRTUDES (para mí son virtudes) no son compatibles. Justamente la semana pasada un compañero de trabajo me preguntaba hasta cuándo pensaba darle la teta a mi hija, una cosa llevo a la otra, y obviamente dije la palabra clave MAMÍFEROS y enseguida se sintió como atacado, ninguneado. Como si llamarnos mamíferos fuese un insulto. Me dijo "Sí, pero hemos evolucionado".
En fin, este tema es controvertido y da para una charla larga... Y como diríamos por acá (Argentina), con mate de por medio.
Besitos. Te leo....
MUY BUENO, BUENÍSIMO.
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